En los rincones más tradicionales de Matagalpa, al norte de Nicaragua, una joya culinaria ha resistido el embate del tiempo: los machos. Se trata de unas bolitas hechas de una mezcla exquisita de cacao y maíz tostado. Más que una simple golosina, estas pequeñas esferas son parte del tejido de la identidad cultural de Matagalpa y en otros tiempos fueron parte del corazón de la cultura gastronómica de esa zona del país, en donde fueron fundamentales para elaborar el refrescante pinolillo. Hace décadas, llenaban las pulperías y eran la delicia preferida para preparar esta bebida ancestral, recuerda doña Lidia Dormus, quien todavía elabora estas exquisitas bolitas de maíz tostado y cacao.
En tiempos pasados, muchas mujeres se dedicaban a su elaboración y venta, generando así su sustento. Sin embargo, con la llegada de bebidas gaseosas y la comercialización de pinolillo empaquetado, esta tradición comenzó a desvanecerse. A pesar de este declive, persiste la tradición, de la mano de doña Lidia Dormus, quien se atreve a afirmar que es la última matagalpina que continúa esta labor.
Con más de 60 años a cuestas, doña Lidia ha consagrado la mayor parte de su vida a la creación de estos pequeños tesoros gastronómicos. Aprendió el arte de elaborar los machos a la temprana edad de 13 años, gracias a su abuelita, Teresa Dormus, y desde entonces, esta tradición se convirtió en su forma de vida. Crió a sus cuatro hijos gracias a esta labor artesanal.
Relata que cada ingrediente tiene su medida exacta, cada paso en el proceso de elaboración, su tiempo y su secreto. Es un legado que se transmite con amor. Aunque ha enseñado los secretos de esta receta a su hija y nieto, éstos han optado por otros caminos laborales. Ella, con paciencia y dedicación, sigue moldeando esas pequeñas esferas de pinol, preservando la esencia de su cultura en cada una de ellas.
A pesar de la evolución del tiempo y la aparición de variadas opciones de bebidas, los machos se mantienen firmes. Lidia produce alrededor de 15 libras de maíz semanalmente, abasteciendo a más de 20 pulperías en distintas zonas de Matagalpa. Cada bolita se vende a dos córdobas y mantienen cierta demanda entre quienes todavía prefieren un par de machos para elaborar su refresco.
«Un día tuesto el maíz y al siguiente día muelo y elaboro, no es en cualquier molino que lo hago porque debe tener su punto de molido», comparte doña Lidia sobre su proceso meticuloso.
Doña Lidia se regocija al ver que aún hay quienes buscan y aprecian los machos. Su labor diaria no solo es una fuente de ingresos, sino un legado que se niega a desaparecer. “Me siento feliz de ser la única matagalpina que hace los machos y de que la gente todavía los busque, yo salgo a entregar a las pulperías y me alegra que todavía haya quien los compre”, dijo.