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Cada 25 de mayo se conmemora el Día de África, una fecha significativa que invita a reflexionar sobre el legado y la importancia del continente africano. Este día nos brinda la oportunidad de reconocer su rica historia, cultura y contribución a la humanidad, así como de reflexionar sobre los desafíos que aún enfrenta.
En este contexto, es crucial recordar la profunda influencia de la diáspora africana en América Latina y el Caribe, donde millones de afrodescendientes han dejado una huella indeleble en la sociedad y la identidad de la región. Según datos recopilados por el portal SlaveVoyages, entre los años 1501 y 1866, aproximadamente 12,5 millones de africanos fueron transportados en condiciones de esclavitud en barcos que cruzaban el Atlántico hacia el «Nuevo Mundo». De esta cifra, se estima que solo 10,7 millones sobrevivieron a los viajes y llegaron a diferentes regiones del mundo.
Los territorios de Brasil, en ese momento colonia portuguesa, recibieron a cerca de cinco millones de personas, mientras que el Caribe acogió a casi cuatro millones y los territorios americanos bajo el control de España recibieron a 1,3 millones.
Como resultado de esta historia colonial, América Latina y el Caribe albergan en la actualidad a una gran población de afrodescendientes. Aunque en pocos países de la región se incluyen preguntas sobre la etnia o raza en los censos nacionales, muchos habitantes se identifican como negros o mulatos.
De acuerdo con una encuesta realizada por Latinobarómetro en 2020 y 2021 en 19 países latinoamericanos, se destaca que República Dominicana es el país de la región con el mayor porcentaje de personas que se definen como negras o mulatas, con un total del 44% de los encuestados. Si nos centramos únicamente en aquellos que se identifican como negros, Brasil encabeza la lista en la región, con más del 28% de las respuestas. Asimismo, otros países como Panamá, Costa Rica, Venezuela, Colombia y Uruguay también cuentan con una importante presencia de afrolatinos.
Estos datos demuestran la influencia y la contribución significativa de la población afrodescendiente en la conformación de la sociedad latinoamericana y caribeña. A pesar de los desafíos históricos y las persistentes desigualdades, el reconocimiento y la valoración de la diversidad étnica y cultural son fundamentales para construir sociedades más inclusivas y justas en la región.
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