Tras el mortífero incendio de Urumqi, la ciudad capital de la región uigur de Xinjiang, el jueves 24 de noviembre —que muchos atribuyeron a las estrictas normas de contención de la política de «Covid cero» del gobierno chino—, estallaron protestas a gran escala en toda China. Según los datos compartidos por el analista Nathan Ruser del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI, por sus siglas en inglés), se produjeron 43 protestas multitudinarias en 22 ciudades chinas entre el 26 y el 28 de noviembre, además de otros actos individuales de resistencia pública.
Como detalla este mapa, el movimiento de protesta se extendió a más de una docena de provincias y regiones autónomas de todo el país. Los territorios donde se registraron más manifestaciones fueron la región de Xinjiang, que inició la revuelta en el noroeste; las provincias con las dos mayores ciudades, Pekín y Shanghái, en el este; la provincia de Cantón (o Guangdong) en la costa sur y en su capital homónima; así como en la provincia de Sichuan, situada en el centro del país y cuya capital es Chengdu.
Shanghái ha sido testigo de inusuales y violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. Desde el lunes 27 de noviembre hubo menos protestas, ya que muchas movilizaciones fueron canceladas o disuadidas por una fuerte presencia policial. En respuesta a estos alzamientos, el gobierno chino ha dado señales de flexibilización de su estricta política de confinamiento en los últimos días. Varias regiones, incluidas las ciudades de Shanghái, Guangzhou y Chongqinq, empezaron a levantar los cierres a pesar de que el número de casos de coronavirus sigue siendo elevado.