El costo de vida ha aumentado considerablemente en los últimos meses. A la subida de los precios de la energía, que alcanzó un punto álgido en agosto de 2022, se ha añadido el notable incremento experimentado por la comida y la bebida a nivel global, especialmente en el caso de los grupos básicos de productos como los cereales o los lácteos. Estos últimos, por ejemplo, eran un 25% más caros en julio de 2022 que durante el mismo mes del año anterior. Y si bien es cierto que los países en vías de desarrollo parecen acusar más este tipo de inflación, con Zimbabue y Venezuela situándose por encima del umbral del 150%, se trata de un problema que no entiende de fronteras. La alta demanda de los bancos de alimentos en naciones del “primer mundo” como Reino Unido son solo una prueba más de que cada vez es mayor el número de familias que tienen dificultades para poner comida encima de la mesa.
El comportamiento de los consumidores
De acuerdo a un reciente estudio, el 65% de los consumidores que acuden a tiendas físicas y alrededor del 55% de los compradores online a nivel mundial reconocen haber sentido el impacto de la subida de los precios en los alimentos. Es más, no es para nada un dato menor el hecho de que una importante proporción de la sociedad mundial afirme tener dificultades financieras debido a los mayores costes de los bienes de primera necesidad en la actualidad, siendo los millennials los que parecen estar sufriendo más las consecuencias de la inflación en este sentido. Ante este panorama, son muchos los que han empezado a usar cupones de descuento o a decantarse por productos más baratos o en oferta para tratar de reducir el gasto. De hecho, este es cambio más común en el comportamiento de compra de los consumidores en todo el mundo, seguido por dejar de adquirir artículos no esenciales o salir menos a cenar.
La razón detrás del aumento de los precios de los alimentos
Pero ¿a qué se debe esta situación? Todo se remonta a 2020. Las medidas de cuarentena obligatorias implantadas mundialmente debido a la pandemia de COVID-19 tuvieron un fuerte impacto en las cadenas de suministro, dando lugar a la tan extendida imagen en aquellos días: supermercados prácticamente vacíos debido a la escasez de productos. Esto derivó en un paulatino aumento del precio de la cesta de la compra a comienzos de ese verano que, en mayor o menor medida, se mantuvo en los meses siguientes. Sin embargo, las cosas empeoraron con la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.
Tanto Rusia como Ucrania son responsables de gran parte del comercio internacional de productos agrícolas esenciales, utilizados para el consumo humano y para la alimentación de animales de granja. Concretamente, ambas naciones se posicionan hoy en día como dos de los máximos exportadores de trigo del mundo, con un volumen de envíos que supera los 30 millones de toneladas métricas en el caso del país presidido por Vladimir Putin. No solo eso, entre los dos estuvieron detrás de más del 75% de las exportaciones de aceite de girasol durante la campaña 2020/2021 y su peso en 2021/2022 se esperaba que fuera todavía mayor según las últimas previsiones.
Pero el conflicto bélico ha afectado a la producción agraria de los implicados, además de tensar las relaciones comerciales entre estos —sobre todo en el caso de la antigua tierra de los zares con los Estados occidentales—. Ello ha desencadenado también un aumento del coste de los combustibles fósiles tras los recortes del país eslavo en el suministro, esenciales a su vez para el correcto funcionamiento del sector agropecuario y la industria alimentaria en general. No en vano, Rusia es el principal proveedor europeo de gas y petróleo y uno de los pesos pesados del panorama global. Su posición en el mercado energético la han tenido que suplir otras naciones como Estados Unidos. Esto se ha traducido en un considerable esfuerzo económico por parte de muchas naciones para comprar energía, más aún si se tiene en cuenta la devaluación experimentada por monedas como el peso argentino o el euro con respecto al dólar estadounidense. ¿El resultado? El desabastecimiento y un reforzamiento del constante encarecimiento de los alimentos. Solo durante el primer trimestre de 2022, los precios se incrementaron en más de un 20%, alcanzando un máximo histórico en marzo. En dicho mes, el índice de precios de alimentos de la FAO –FFPI por su nombre en inglés- alcanzó los 159,7 puntos. Desde entonces, las cifras han bajado levemente, aunque todavía se encuentran por encima de los 135 puntos.
En esta subida también han desempeñado un papel clave las malas cosechas de maíz y otros cultivos, así como los brotes de gripe aviar en Estados Unidos y Francia, que redujeron el suministro mundial de huevos, y las diferentes ramificaciones de las fuertes crisis políticas nacionales en varias regiones del planeta como América Latina.
Los Comentarios están inhabilitados