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En una era en la que Internet es la principal fuente de información para muchos consumidores en todo el mundo, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, la población corre más riesgo que nunca de encontrar y compartir noticias falsas. Especialmente cuando, además, estas han proliferado en los últimos años a consecuencia, entre muchos factores, de la aparición de las figuras del “periodista ciudadano” y del influencer, la cada vez mayor desesperación por la exclusiva y la creciente influencia de los intereses comerciales e ideológicos. Recientes eventos como la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 o la guerra entre Rusia y Ucrania no han hecho más que evidenciar esta realidad. No en vano, la pandemia y la política son precisamente las dos temáticas que más artículos falsos o con contenido engañoso han generado globalmente, según un estudio publicado en junio de 2022. Esto ha llevado a un aumento de la desconfianza en los medios y a que ya sean muchos los que opten directamente por evitar el consumo de noticias por completo.

La pérdida de fiabilidad de los medios públicos y el aumento de la desinformación

En medio de las fuertes caídas de credibilidad que experimentaban una buena parte de periódicos, emisoras y cadenas de televisión a lo largo del planeta, los servicios públicos parecían mantenerse como baluartes del buen periodismo contra la desinformación. Sin embargo, en tan solo cinco años, el nivel de confianza de marcas anteriormente vinculadas con una excelente labor comunicativa como la mítica BBC ha disminuido notablemente. La razón se debe, en parte, a la difusa línea existente entre dichos entes y los partidos en el poder. De hecho, en países como Italia, España o Grecia ni siquiera el 15% de sus ciudadanos piensa que los medios informativos están libres de tendencias políticas. Esto ha motivado a la población a acudir a la Red en búsqueda de una segunda opinión; una demanda informativa que no ha tardado en ser utilizada por ciertos sectores como una oportunidad de negocio -no siempre con las mejores intenciones-.

Las noticias falsas se están convirtiendo rápidamente en una industria propia, con personas pagadas para escribir historias sensacionalistas y con titulares cebo donde se presenta bien contenido sesgado o no contrastado como un hecho, bien información intencionalmente falsa. Las redes sociales, curiosamente usadas en más de una ocasión por los consumidores para verificar la veracidad de los artículos y reportajes online, contribuyen a su rápida difusión. Solo en la Unión Europea, cerca del 30% de la población afirma estar expuesto a menudo o muy a menudo a las fakes news y la desinformación; un porcentaje que supera el 60% si se incluye a aquellos que aseguran cruzarse con alguna de vez en cuando. Ante estas cifras, no sorprende que la preocupación global ante la posible utilización de estas noticias como arma haya alcanzado un máximo histórico, aumentando en cuatro puntos solo en el último año.

Los más vulnerables ante la falsa información

Si bien podría parecer que los países desarrollados tienen potencialmente más peligro de encontrarse con información engañosa debido a su mayor acceso a las nuevas tecnologías, son las naciones en vías desarrollo las que se topan con más bulos o, al menos, los que son más conscientes de ellos. Así lo deja en evidencia un reciente informe que muestra un grado de exposición de los usuarios de Internet en edad adulta de Filipinas, Perú y México próximo al 90% en 2022, frente a un nivel inferior al 65% en los Estados del norte y centro de Europa. Si se habla de edad, no hay sorpresas. Los adolescentes y jóvenes, con una vida digital mucho más activa, son los que más probabilidades tienen de acabar viendo o leyendo una noticia falsa. En la Unión Europea, por ejemplo, la proporción de consumidores de entre 25 y 39 años que dijo no haber sido víctima de la desinformación en ninguna o rara ocasión fue de apenas un 20%. En cuanto a la identificación de estas “mentiras disfrazadas”, la gran mayoría de los residentes de la UE se sienten seguros de su capacidad para discernirlas, aunque tanto ellos como los ciudadanos de otras regiones reconocen que no siembre es fácil reconocer este tipo contenido cuando lo tienen delante.