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El 24 de octubre es el Día Internacional contra el Cambio Climático, una ocasión de relevancia global que brinda la oportunidad de generar conciencia acerca de los desafíos que enfrentamos. Además, sirve como plataforma para fomentar el diálogo y concretar medidas efectivas en la mitigación de sus efectos.

En los últimos años, se han desarrollado a nivel mundial nuevas tecnologías y medidas preventivas para abordar el cambio climático, no obstante, el progreso sigue siendo un reto. Según el reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (mayo 2023) “Global Annual to Decadal Climate Update”, hay un 98% de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años (2023-2027), sea el más cálido registrado. De hecho, esto ya ocurrió en 2023, cuando se registraron olas de calor sin precedentes tanto en Guatemala como en todo el mundo.

Según Claudio Castañón, consultor de AguaConsulta, “las olas de calor en Guatemala son consecuencia del calentamiento global y del deterioro del medio ambiente, por ejemplo, la depredación de los bosques”.

Es fundamental distinguir entre «cambio climático» y «variabilidad climática». El término «cambio climático» se utiliza para denotar tendencias a largo plazo, generalmente vinculadas a las actividades humanas que alteran el clima. Por otro lado, la «variabilidad climática» hace referencia a las fluctuaciones naturales que ocurren a corto, mediano y largo plazo debido a factores naturales.

“Nos importa la variabilidad y el cambio climático porque tienen un impacto conjunto y ponen en riesgo el bienestar de las poblaciones, influyendo directamente en la calidad de vida de las personas. Estos desafíos nos afectan a todos, pero aún contamos con la oportunidad de tomar medidas que nos permitan mitigar sus efectos”, agregó Castañón.

Un factor adicional que incide en la variabilidad climática en el país es la aparición del fenómeno de El Niño. Según la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), El Niño conlleva a elevadas temperaturas antes del período de lluvias, canículas severas (sequías), desequilibrios en la cantidad de lluvia en las regiones del Caribe y Pacífico, y una falta de regularidad en el inicio, la distribución y el cese de la temporada de lluvias.

El fenómeno de El Niño se manifiesta con una periodicidad variable que oscila entre tres y siete años, y se distingue por la disminución de la cantidad de lluvia en gran parte de Guatemala. En la actualidad, El Niño se encuentra en desarrollo y se proyecta que persistirá durante el resto del presente año y a lo largo del primer semestre del 2024. Esta situación ha tenido un impacto notable en forma de una disminución significativa de las lluvias en ciertos meses del año, incidiendo en diversos sectores económicos.

Iniciativas de mitigación y adaptación al cambio climático

Los ciudadanos también tienen la capacidad de llevar a cabo acciones e iniciativas para atenuar los efectos del cambio climático. Entre las medidas a considerar se incluye promover la reforestación en diversas zonas, adoptar un uso eficiente y consciente del agua, fomentar la utilización de recursos renovables, como la energía solar, y otras estrategias afines.

Además, es esencial promover la cultura de ser «climáticamente positivos», lo cual implica que tanto empresas como individuos se comprometan a reducir directamente su propia huella de carbono. Esto significa la implementación de medidas dirigidas a abordar la causa fundamental del cambio climático: las emisiones excesivas de gases de efecto invernadero y dióxido de carbono.

En el mundo actual, es esencial que las empresas adquieran un profundo conocimiento de los beneficios económicos derivados de la transición hacia un modelo de negocio más ecológico y sostenible. Esto incluye la adopción de fuentes de energía renovable que no solo disminuyen las emisiones, sino que también contribuyen a la reducción de los costos operativos.

Cada acción en favor del medio ambiente es un paso adelante para un futuro más esperanzador. El mundo es una comunidad global con el poder de ser parte de la solución y construir un entorno más saludable y resistente para las próximas generaciones.

La última Encuesta Mundial Anual de Presidentes de PwC ha revelado la gran preocupación e incertidumbre que sienten los líderes de compañías en todo el mundo. Para la edición número 26, se consultó a 4,410 líderes de empresas en 105 países y los resultados destacan las principales preocupaciones de los CEO a nivel mundial, incluyendo la inflación, la volatilidad macroeconómica, los conflictos geopolíticos, el cambio climático, la inequidad social, los ciberriesgos y los riesgos de la salud.

El 40% de los líderes de compañías a nivel mundial creen que sus organizaciones no serán económicamente viables dentro de 10 años si continúan en su curso actual. La mayoría de los líderes de empresas reconocen que es esencial reinventar sus negocios para el futuro y evolucionar o morir.

A pesar de la importancia de preparar a sus empresas para los retos futuros, muchos líderes no dedican suficiente tiempo a esta tarea. Además, se enfrentan a enormes desafíos a corto plazo, como la disminución de la economía mundial, ya que el 75% de los líderes cree que la economía mundial decrecerá durante el próximo año.

En Latinoamérica, entre el 50% y el 60% de los líderes de empresas mencionaron la disrupción tecnológica, la escasez de habilidades, las preferencias cambiantes de los clientes y el cambio regulatorio, como los aspectos más importantes que podrán afectar la rentabilidad de sus compañías en la próxima década.

El cambio climático es otra gran preocupación para los líderes de empresas, ya que se espera algún grado de impacto relacionado con el cambio climático en los próximos 12 meses. A nivel mundial, la mitad de los encuestados esperan algún grado de impacto relacionado con el cambio climático en sus perfiles de costos, seguido por el impacto en las cadenas de suministro. En Colombia, el 60% de los directivos espera algún grado de impacto en estos aspectos.

A medida que comienza 2023, el mundo se enfrenta a una serie de riesgos que se sienten completamente nuevos e inquietantemente familiares, dice el Informe de Riesgos Globales 2023, que publicó el Foro Económico Mundial y que presenta los resultados de la última encuesta de percepción de Riesgos Globales. Veamos cuáles son los riesgos que acechan en esta década.

En los próximos diez años, el cambio climático y sus consecuencias medioambientales supondrán la mayor amenaza para la humanidad. Esto revela el nuevo Informe de Riesgos Globales 2023 publicado por el Foro Económico Mundial el pasado 11 de enero.

En un sondeo en el que participaron 1,200 expertos de todo el mundo en septiembre y octubre de 2022, las amenazas globales de índole medioambiental monopolizan las preocupaciones de los encuestados. El fracaso de la mitigación y de la adaptación al cambio climático, las catástrofes naturales y el colapso de los ecosistemas ocupan los primeros cuatro lugares en función de la severidad que revestirán para la seguridad mundial hacia 2030. Según el estudio, estos riesgos emergentes podrían derivar en una «policrisis» en la que converjan escenarios de escasez de recursos naturales, conflictos geoeconómicos, migraciones masivas involuntarias y polarización social.

En lo que va de la presente década, en cambio, la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania dieron paso a una lista de preocupaciones más propias del pasado. En una perspectiva más cortoplacista de dos años, los mayores peligros de desencadenar una crisis mundial están relacionados al costo de vida, la inflación, la seguridad alimentaria y energética, las guerras comerciales y hasta el espectro de la guerra nuclear, problemas que décadas de progreso ya habían tratado de resolver. Mientras la atención colectiva del mundo se pone en «modo de supervivencia» por las crisis actuales, los recursos para afrontar las amenazas emergentes como el cambio climático se desvían a otras necesidades más inmediatas. También queda relegada la agenda tecnológica de los derechos digitales, aunque los riesgos derivados de la ciberseguridad seguirán siendo una preocupación constante en la próxima década.

Fuente: Statista

Unos pocos países causan algo más de dos tercios del total de las emisiones mundiales de CO₂. En concreto, diez países son responsables de alrededor del 69% de las emisiones globales de este gas de efecto invernadero. China acumula la mayor parte de las emisiones, con cerca del 33% del total mundial. El gigante asiático, Estados Unidos y la India suman algo más de la mitad de las emisiones mundiales, según datos del informe “CO2 emissions of all world countries” del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, que incluye las correspondientes emisiones de CO₂ de todas las naciones del mundo en 2021.

Como muestra nuestro gráfico, la mayoría de los diez primeros países emisores son asiáticos (y están entre los más poblados), mientras que sólo hay dos países europeos en esta lista: Rusia y Alemania. Sin embargo, es importante señalar que, teniendo en cuenta el tamaño de la población, las emisiones de CO₂ per cápita siguen siendo significativamente más altas en Europa que en Asia. Además, las actividades más contaminantes (extracción de petróleo y gas, industria manufacturera, etc.) se concentran en su mayoría o se han trasladado a un puñado de países productores. Por lo tanto, también es necesario tener en cuenta las emisiones vinculadas a los productos importados a la hora de evaluar la huella de carbono de las poblaciones.

Fuente Statista

Con el objetivo de mejorar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático de los países de la región, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE)  y el Fondo Verde para el Clima (FVC), suscribieron el Acuerdo de Actividad Financiada mediante el cual se establecen los términos para el financiamiento del Programa “Adaptación Basada en Ecosistemas para Aumentar la Resiliencia al Cambio Climático en el Corredor Seco Centroamericano y las Zonas Áridas de la República Dominicana” por un monto de US$174.3 millones.

El Programa contará también con financiamiento reembolsable por parte del BCIE por un monto de US$42.8 millones, y con contribuciones de los países participantes por un monto de US$51.3 millones, contando en su totalidad con un monto de US$268.4 millones.

“A través de este programa, las comunidades ubicadas en esta región, los pequeños agricultores y los agricultores comerciales, así como los empresarios rurales, tendrán un mayor acceso a los recursos financieros y las habilidades técnicas necesarias para implementar intervenciones de adaptación de alto impacto. El corredor seco es una región altamente afectada por los eventos climáticos que tenemos cada año, sobre todo las sequías prolongadas, que ponen en riesgo la seguridad alimentaria en estas poblaciones de nuestros países”, resaltó el presidente ejecutivo del BCIE, Dr. Dante Mossi.

Del monto total del Programa, US$135.6 millones son en calidad de fondos no reembolsables para implementar medidas de Adaptación basada en Ecosistemas (AbE) y asistencia técnica; US$102.8 millones serán recursos para el otorgamiento de créditos a través de Instituciones Financieras Intermediarias en la región; y US$30.0 millones serán para establecer un fondo de garantías parciales de crédito que facilitarán e incentivarán la colocación de los créditos para AbE en la región.

El Programa es una iniciativa regional con la que se espera beneficiar un área de aproximadamente 20,530 km², reduciendo la deforestación en las zonas priorizadas de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y República Dominicana. Asimismo, iniciará un cambio de paradigma en el enfoque regional de la gestión de la captación y demanda de agua en el Corredor Seco y las Zonas Áridas, y acelerará la adopción de la AbE y otras medidas que aumentarán la resiliencia a los fenómenos climáticos extremos, como la sequía severa y las precipitaciones extremas.

The Guardian informa que Brasil, Indonesia y la República Democrática del Congo, que albergan el 52% de los bosques tropicales primarios que quedan en el mundo, están en conversaciones para formar una alianza estratégica para coordinar su conservación, apodada la «OPEP para las selvas tropicales». Los líderes mundiales están reunidos esta semana en Sharm el Sheij en la Cumbre del Clima COP27, por lo que la crisis climática vuelve a protagonizar los titulares internacionales.

Los bosques tropicales han sufrido un grave declive en la última década. En términos de hectáreas perdidas, Brasil supera con creces a cualquier otro país, con la escalofriante cifra de 1.548.657 hectáreas de bosque tropical primario destruidas en 2021. La Amazonia es el mayor bosque tropical del mundo y absorbe casi 2.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂) al año. Los científicos advierten que nos estamos acercando peligrosamente a un «punto de inflexión» en el que un daño mayor será irreparable. La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil del pasado 2 de octubre ha dado a los ecologistas la esperanza de que el país pueda retomar el rumbo, ya que este se ha comprometido a luchar por la deforestación cero en la Amazonia.

La República Democrática del Congo ocupa el segundo lugar en la lista mundial de pérdidas de bosques primarios tropicales. La selva del Congo, un 60% de la cual está en ese país, es comúnmente considerada como el “segundo pulmón del mundo». Como muestra nuestro gráfico, la RDC es la segunda nación, después de Brasil, no sólo por la extensión de su bosque tropical, sino también por el grado de destrucción, ya que sólo en 2021 perdió unas 499.059 hectáreas.

El año pasado, las regiones tropicales del mundo perdieron un total de 11,1 millones de hectáreas de cobertura arbórea, según datos de la Universidad de Maryland disponibles en Global Forest Watch. De esta pérdida total de árboles, 3,75 millones de hectáreas se produjeron en bosques primarios tropicales, los ecosistemas más biodiversos del mundo.

Fuente Statista

La pérdida de bosques tropicales siguió siendo alta el pasado año, pese a los compromisos de diversas empresas y gobiernos para frenar la deforestación. Según los datos de la Universidad de Maryland, disponibles en la plataforma Global Forest Watch, en 2021 los trópicos perdieron 11,1 millones de hectáreas de cobertura arbórea, un área del tamaño de Cuba. De esta pérdida total de árboles, 3,75 millones de hectáreas corresponden a bosques primarios tropicales, áreas de importancia clave para el almacenamiento de carbón y la biodiversidad. Según la plataforma de monitoreo forestal, la pérdida de bosques tropicales primarios en 2021 generó 2,5 Gt de emisiones de dióxido de carbono, lo que equivale a la emisión anual a partir de combustibles fósiles de la India.

Como muestra nuestro gráfico, el nivel de pérdida de bosques primarios en los trópicos se ha mantenido consistente en los últimos cuatro años para los que la fuente ofrece datos. Aunque los trópicos perdieron un 11% menos de bosques primarios en 2021 con respecto al año anterior, eso ocurrió tras el incremento del 12% de pérdida entre 2019 y 2020, debido principalmente a un aumento de pérdidas relacionadas con incendios.

Brasil es el país del mundo con la mayor cantidad de bosques primarios, y también el que más pérdidas de este tipo de bioma registra. El pasado año, sólo en ese país se produjo más del 40% de la pérdida total de bosques tropicales primarios del mundo. El país perdió 1,5 millones de hectáreas, siendo la Amazonia la región más afectada.

Fuente Statista

Unos pocos países causan algo más de dos tercios del total de las emisiones mundiales de CO₂. En concreto, diez países son responsables de alrededor del 69% de las emisiones globales de este gas de efecto invernadero. China acumula la mayor parte de las emisiones, con cerca del 33% del total mundial. El gigante asiático, Estados Unidos y la India suman algo más de la mitad de las emisiones mundiales, según datos del informe “CO2 emissions of all world countries” del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, que incluye las correspondientes emisiones de CO₂ de todas las naciones del mundo en 2021.

Como muestra nuestro gráfico, la mayoría de los diez primeros países emisores son asiáticos (y están entre los más poblados), mientras que sólo hay dos países europeos en esta lista: Rusia y Alemania. Sin embargo, es importante señalar que, teniendo en cuenta el tamaño de la población, las emisiones de CO₂ per cápita siguen siendo significativamente más altas en Europa que en Asia. Además, las actividades más contaminantes (extracción de petróleo y gas, industria manufacturera, etc.) se concentran en su mayoría o se han trasladado a un puñado de países productores. Por lo tanto, también es necesario tener en cuenta las emisiones vinculadas a los productos importados a la hora de evaluar la huella de carbono de las poblaciones.

Fuente Statista

¿Cuáles son los países con las mejores acciones contra el cambio climático? Esta es la pregunta a la que pretende dar respuesta el Índice de Desempeño frente al Cambio Climático (IDCC), elaborado por Germanwatch, NewClimate Institute y Climate Action Network. Publicado anualmente desde 2005, el estudio supervisa el desempeño de 59 países y la UE (responsables del 92% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero) en materia de protección del clima, comparando sus esfuerzos de protección climática y el progreso realizado. En concreto, analiza el desempeño de cada país en cuatro categorías: política climática, energías renovables, uso de la energía y emisiones de gases de efecto invernadero.

La última edición, dada a conocer esta semana en la Cumbre del Clima COP27, advierte que ningún país está en el buen camino para limitar el calentamiento del planeta a 1,5 °C y que la crisis energética pone de manifiesto que el mundo sigue dependiendo de los combustibles fósiles. De hecho, los tres primeros puestos del índice, que corresponderían a aquellos países con un desempeño “muy bueno” en materia de protección del clima, llevan vacantes desde 2008 y continúan estándolo este año, mientras que Dinamarca y Suecia se mantienen en el cuarto y quinto puesto, respectivamente, y Chile sube tres escalones con respecto a la anterior edición del estudio, situándose en sexto lugar. El país latinoamericano está, junto a Suecia, a la cabeza en los esfuerzos por reducir la emisión de CO₂, recibiendo una muy alta calificación en esta categoría.

Por otra parte, Irán, Arabia Saudí y Kazajistán están en la cola del IDCC. El primero, que cierra la clasificación, es uno de los pocos países del mundo que aún no ha ratificado el Acuerdo de París y se encuentra entre los 20 países del mundo con mayores reservas de petróleo y gas desarrolladas, lo que no es compatible con el objetivo de 1,5°C, según apunta el estudio.

Por su parte, España ha subido once posiciones este año, hasta el puesto número 23, obteniendo la calificación de rendimiento “moderado” en las cuatro categorías que analiza el índice. Aunque los expertos valoran la aprobación en 2021 de la Ley de Cambio Climático, critican la ausencia de un compromiso gubernamental para eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles y exigen que se incluya la participación de la sociedad civil en proyectos de energías renovables para una transición justa en el país.

China y Estados Unidos, las dos principales potencias emisoras del mundo, figuran entre los países con las políticas de protección climática menos robustas. El primero ha bajado 13 posiciones, situándose en el puesto 51 con la calificación de rendimiento «muy pobre» por el aumento de sus inversiones en combustibles fósiles y pese a su alto desarrollo renovable. A pesar de que Estados Unidos escala tres puestos gracias a las medidas climáticas implementadas tras la llegada a la presidencia de Joe Biden, los expertos critican que algunas políticas carecen de carácter obligatorio y que su aplicación no será lo suficientemente rápida. El país, segundo mayor emisor del mundo, ocupa el puesto 52 en el ranking, por detrás del gigante asiático.

Fuente Statista

Las obras de arte son el nuevo blanco de las protestas climáticas: el mes pasado, dos jóvenes activistas de la organización Just Stop Oil arrojaron sopa de tomate sobre el cuadro ‘Los girasoles’ de Van Gogh en Londres. Una pintura de Monet, en Alemania, sufrió la misma suerte al recibir puré de patatas lanzado por activistas del grupo Letzte Generation. Mientras los movimientos de jóvenes activistas climáticos continúan vandalizando obras de arte, nos preguntamos: ¿hasta qué punto el miedo al cambio climático afecta a las nuevas generaciones?

UNICEF advirtió en 2021 que mil millones de niños correrán un «riesgo extremadamente alto» como resultado del cambio climático en un informe que analiza la vulnerabilidad y la exposición de los niños a los impactos climáticos y ambientales, tales como ciclones u olas de calor. Un estudio publicado en The Lancet el año pasado muestra que casi el 60% de los 10.000 jóvenes de 16 a 25 años encuestados en diez países dijo estar extremadamente preocupado o muy preocupado por el cambio climático. Si bien la ansiedad climática, o la “eco-ansiedad”, no es una enfermedad mental —sino que está relacionada con la preocupación y el temor sobre los efectos del cambio climático—, suele ir acompañada de sentimientos de enojo, tristeza, culpa y vergüenza, que a su vez pueden afectar el estado de ánimo y el comportamiento.

Según el informe, en Filipinas el 84% de los jóvenes estaban extremadamente preocupados o muy preocupados, seguido por el 68% en India y el 67% en Brasil. Con respecto a Europa, en Portugal el porcentaje es del 65% y en Francia del 58%. Nigeria (51%), Reino Unido (49%) y Estados Unidos (46%) completan la lista con porcentajes similares. Estos países fueron elegidos por representar una amplia gama de culturas, economías, climas, vulnerabilidades climáticas y exposición a diferentes intensidades de eventos relacionados con el clima.

Fuente Statista